
Pues sí, parece que hablar de
Angel está de moda, al menos en los blogs que últimamente visito, por eso, y aprovechando mi reciente empacho de chupadores de sangre (acabo de ver la quinta y última temporada) me ha apetecido hablar un poco de esta serie; de que va, de sus protagonistas y por supuesto dar mi opinión, que sólo es una opinión más, sobre tan demoníaca serie.
Cinco temporadas, más de cien episodios en los que hemos vivido la inquietante realidad que permanece invisible a nuestra mirada; vampiros, semidemonios, licántropos, demonios ancestrales o simplemente a secas, espíritus, fantasmas, dimensiones alternativas, Apocalipsis…, todo lo que nos gusta y que es esquivo a nuestra presencia. A más de uno le agradaría creer que todo lo que en esta serie ha salido tiene cierto aire de realidad, que los vampiros existen realmente, que conviven con nosotros, que se alimentan de nosotros… Otros lo creen fielmente, a pies juntillas, como dirían ellos. Yo no entro en esa discusión, es muy bonito pensar en atractivos vampiros de aire romántico, pensar en góticas vampiresas desbordantes de sensualidad, pensar en la inmortalidad… Hasta que se cargan a un ser querido o te arrancan medio cuello de un mordisco, y para colmo vas y te mueres, ni inmortalidad ni leches; quien quiera creer, que crea.
Sobre esto hubo una persona que tuvo una visión. Este tal
Whedon, ignoro si como consecuencia de una pésima noche por una cena en mal estado o de una borrachera, vio como esos monstruos que de pequeño le decían que no existían tomaban cuerpo y se hacían reales; el ser humano acababa de descender en la pirámide alimenticia cediendo su trono para acabar como alimento de la miríada de demonios que por su ciudad se paseaban. Aquello no podía acabar así, debía ser erradicado; el hombre tenía derecho a una vida sin incursiones demoníacas, sin dimensiones oscuras, sin amenazas apocalípticas…, tenía derecho a su aburrida e insulsa existencia.
Pero no nos engañemos, estaban ahí y había que pararlos de alguna forma, había que frenarlos constantemente, generación tras generación, de una forma igualmente de sobrenatural; así nacieron las Cazadoras, el Consejo de Vigilantes, y con el tiempo,
Buffy la cazavampiros (
Sarah Michelle Gellar).
Potencial cazadora alzada con el premio gordo, pasó de ser una popular animadora, adolescente estudiante de instituto, a heroína en la sombra, salvadora del mundo… más o menos una vez por temporada. Pero claro,
Buffy no podía hacerlo sola, no podía enfrentarse a un universo tan desconocido como es el de los muertos vivientes de incisiva dentadura, por eso surge la figura de un guía, un Vigilante impuesto por el Consejo, que la entrenará, se hará su amigo y la encaminará por esa difícil senda que le ha tocado,
Giles (
Anthony Stewart Head). A partir de este binomio, un amplio círculo de colaboradores se dejaron hasta su sangre para que
Buffy llegase a ser la temida y triunfadora Cazadora…, y entre ellos nos encontramos con
Angel (
David Boreanaz).
Nacido en 1727 en una pequeña localidad irlandesa,
Galwey, fue un joven juerguista y vividor, de vida licenciosa, que un día conoció a quien le mostraría otro mundo con tan sólo un billete de ida,
Darla (
Julie Benz).

Desde ese momento
Liam, que así se llamaba el joven, pasó a ser
Angelus, un cruel vampiro carente de alma cuyas atrocidades excedían lo inimaginable. Tras casi ciento cincuenta años matando mujeres, niños y torturando a hombres por el simple placer de oír sus gritos, una maldición gitana le devolvió un alma que se aterró al comprender el dolor y el daño que había extendido por todo el globo; dejó de matar (salvo ratas para poder alimentarse en sucios callejones) y de beber sangre humana. Mucho se arrastró hasta que un día decidió, quizá buscando vanamente la absolución moral y acallar así los gritos que torturaban su nueva alma, ir en contra de todo lo que había representado
Angelus y luchar contra ello desde el lado del bien;
Angelus acababa de rebautizarse con el nombre de
Angel. Ahora era único, un vampiro con alma, un luchador defensor del bien que hizo suya la misión de una
Buffy que le acogió en su regazo con algo más que los brazos abiertos.
Tres temporadas, tres años de compartir buenos y malos momentos, algunos sublimes en felicidad, como el que devolvió a
Angelus, otros trágicos de necesidad, como el que acabó con
Angel en una dimensión infernal durante cien años. Al final de la tercera temporada, cuando la serie dio un giro tras la destrucción del instituto, y el paso de
Buffy a la universidad favoreció la aparición de nuevos e interesantes personajes,
Angel se marchó, agarró a
Cordelia (
Carisma Carpenter) del brazo y se la llevó a su
spin-off particular. Se cambió de ciudad afincándose en
Los Angeles y montó la agencia de detectives
Investigaciones Angel, con un semidemonio llamado
Doyle (
Glenn Martin Christopher Francis Quinn ¡Tela!)

como intermediario de los poderes a través de sus dolorosas visiones, y una secretaria, eterna aspirante a actriz, llamada cariñosamente
Cordi. Decir que el pobre
Doyle tan sólo dura los primeros episodios no es reventar ninguna sorpresa; cualquiera que haya visto algo de la serie ya lo sabrá, incluso puede que ni le hayan conocido. Decir que un solitario caza demonios con aires de
Terminator, llamado
Wesley Wyndham Pryce (
Alexis Denisof), le sustituye, tampoco.
Cordelia y
Wesley se convierten así en fieles acompañantes del Campeón en su eterna lucha contra el mal en general, y contra un bufete de abogados en particular,
Wolfram & Hart; una constante durante las cinco temporadas.

Pero al igual que el mal no descansa, el bien no siempre actúa solo. Pronto
Angel conoce a
Gunn (
August Richards), líder de unos pandilleros callejeros muy concienciados con la realidad que les rodea, y en él, y en su constante labor de matar a todo chupa sangre que se cruza en su camino, encuentra el apoyo necesario para mantener limpias las calles de su ciudad.
Gunn cobra tanta relevancia que se vuelve un habitual del equipo desde la segunda temporada.
Ahora bien, ¿por qué todo ha de ser luchas sangrientas y demonios decapitados? De vez en cuando hay que relajarse y darse un respiro

(el que respire, claro), de vez en cuando sorprende que algunas personas interactuasen con estas criaturas de la noche, y de vez en cuando lo que más sorprende es que no acaben en baños de cálida y espumosa sangre. Esto es gracias a que existe un lugar neutral, un lugar bajo la influencia de un conjuro de no violencia, y no, no se trata de una dimensión paralela ni nada de eso, sino de un peculiar y simple bar karaoke, un santuario regentado por un demonio pyleano llamado
Lorne (
Andy Hallett).

Verde, de voz maravillosa y ojos y cuernos rojos, este ser despliega una fuerte capacidad empática sobre aquel que se entregue a los placeres del micrófono y deleite a los asistentes con sus estridentes alaridos y gallitos varios; una capacidad muy utilizada por
Angel y su equipo para conocer más sobre sí mismos y sobre sus enemigos. De esporádicas apariciones cobró protagonismo en los últimos episodios de la temporada cuando es abierto un portal y
Cordi es arrastrada por él hasta
Pylea, su dimensión natal; de allí consiguieron volver, y como souvenir se trajeron nada más y nada menos que a la entrañable
Fred (
Amy Acker).
Winifred Burkle, escuálida pero hermosa, era una mujer que había sobrevivido cinco años como esclava en aquella dimensión, de ahí que en los primeros episodios de la tercera temporada se la presentase con una azotea bastante mal amueblada; sólo cuando la cordura hace acto de presencia se acaba convirtiendo en un digno miembro del equipo gracias a sus grandes conocimientos científicos; que tanto
Gunn como
Wesley estuviesen colados por sus huesitos no tuvo nada que ver…, supongo.
Cordelia, Wesley, Gunn, Lorne y ahora
Fred, un compacto equipo que durante la tercera temporada conocerá el amor, el dolor, la traición, el engaño… Y todo empezó con una
Darla embarazadísima y la anunciación de que un ángel es el padre, nuestro
Angel. ¿Y cómo es posible? ¿No dicen que los vampiros no pueden tener hijos? El paso previo al embarazo quedó patente en un episodio de la segunda temporada; por suerte para todos
Darla no es
Buffy y con ella la felicidad no existe. Ahora regresa, e incluso aunque ella ignora cómo, lo cierto es que el niño nacerá y será el hilo conductor de toda la temporada; fuerzas oscuras atienden a un plan mayor, donde
Darla simplemente es un peón más. Un portal a otra dimensión infernal (como no) nos devuelve a un joven
Connor (
Vincent Kartheiser) con una sed de sangre hacia
Angel tan tremenda que acaba desembocando en una terrible y húmeda venganza. Por su lado
Wesley es repudiado por el grupo cuando nadie comprende unas acciones más que justificadas por su parte; sufre el dolor físico de una degollación y el emocional del abandono a su suerte, lo que provoca una más que comprensible pérdida de confianza y de unión. Con un futuro incierto para
Angel, y sorpresa final para
Cordelia, la tercera temporada concluye su emisión.
Y hasta aquí puedo contar.
No, no es que no pueda contar lo que se esconde tras las restantes puertas, ya me gustaría seguir, pero hasta esta temporada quien más o quien menos ha visto algún episodio, pero de las dos últimas…
Sólo me queda ya expresar mi opinión sobre esta serie que reconozco me ha gustado y me ha enganchado bastante. Al tratarse de un
spin-off de
Buffy (un
spin-off, para quien no lo sepa, es otra serie derivada de la primera cuyo protagonista era un personaje de ésta) es casi imposible no hacer algún tipo de comparaciones, y eso que dicen que son odiosas. Más oscura, más madura, más real si cabe que su predecesora, trata muchos temas con un claro trasfondo social; eso sí, siempre ambientados en una sociedad repleta de demonios desalmados. Desde mi punto de vista la serie ha ido in crescendo durante las tres primeras temporadas para darse un tropezón en la cuarta, para mi gusto demasiado centrada en un mismo tema, lo que la convertía en monótona y casi diría yo escasa de interés; sí, las intrigas y las acciones se suceden, pero para mí sigue siendo la más floja de todas. La quinta y última temporada de esta serie de prematura desaparición, porque recordemos que fue cancelada y que su desaparición no fue por muerte natural, combina sin abusar las tramas particulares de cada episodio con la general de la temporada, manteniendo la frescura de las primeras temporadas. Debo reconocer un par de cosas, la primera es que no he visto los capítulos en su estricto orden, pues a veces he tenido que tirar de los grabados y la cronología se ha visto bastante alterada; no importa, saber lo que en futuros episodios iba a pasar me ha hecho apreciar detalles en los predecesores que preparan el terreno, por así decirlo, a lo que luego ocurre. No me había pasado con ninguna de las otras temporadas y ha sido una sorpresa agradable; un buen ejercicio de arco argumental. Lo otro que reconozco es que, sin devaluar la calidad del conjunto, ha habido alguna desastrosa incursión que supongo inevitable; el episodio titulado
“La chica en cuestión” me pareció fuera totalmente de lugar, inadecuado en el momento y con un argumento que nos muestra, no ya a
Angel, si no a un
Angelus y a un
William El Sanguinario que rozan lo patético; de verdad, este episodio se lo podían haber ahorrado.
Supongo que todo el mundo cuando ve una serie siente más o menos aprecio por sus personajes, algo normal después de tantas tardes de compartir aventuras. Si me preguntasen que cual de todos ellos ha sido mi favorito yo lo tendría muy claro para contestar,
Wesley se llevaría la palma de oro. Ya en
Buffy Cazavampiros me cayó bien el hombre, con esa mezcla de intelectualoide patoso regido por las estrictas normas del Consejo de Vigilantes.

Ahora en
Angel su personaje ha sido el que más atracción me provocaba, siguiendo sus pasos he disfrutado tanto como he llegado a sufrir, ha sido el que más incertidumbre me ha causado, y todo este conjunto de sensaciones ha hecho de él mi personaje favorito. También destacaría a
Fred, pero más como personaje femenino que como personaje en general, su atracción ha sido muy diferente a la de
Wesley, menos mal, pero he de reconocer que cuando salía eclipsaba ante mis ojos a las Cordelias, las Darlas o las Harmony de turno, y sólo era superada por las pocas apariciones de quien fuese el amor de
Angel, la propia
Buffy.
Bien, sólo queda el adiós, la serie llegó a su fin de la misma manera que la noche cede al amanecer, así que será mejor mantenerla en un oscuro rincón de la estantería no sea que el sol la convierta en cenizas y nos impida disfrutarla en aquellos momentos en que el cuerpo nos pide sangre, en que nos apetece una de demonios, de vampiros…, de colmillos…
Entonces la recuperaremos de ese polvoriento estante y daremos gracias a
Joss por hacernos pasar estos buenos ratos.