miércoles, septiembre 27, 2006

George... George... George of the jungle

Pues eso, que George Michael fue el Rey de una jungla llena de seguidores que no quisieron faltar a la cita, fans cariñosos que debíamos querernos mucho a tenor de lo pegaditos que estábamos unos de otros.
Sí, como se deduce de este primer párrafo, el pasado martes asistimos al concierto que este cantante británico dio en el Palacio de los Deportes de la Comunidad de Madrid…, por chiripa. El tema fue que cuando anunciaron el concierto y empezaron a venderse las entradas, nuestra relajación ante la posibilidad de asistir era total y absoluta, pues en realidad ni nos planteamos el hecho de ir; algún “¿Te gustaría ir?” o “No estaría mal, ¿verdad?” puede que se nos escapase, pero de planteárnoslo en serio, nada de nada.
El tiempo pasó deprisa, las entradas se iban agotando, los reportajes sobre él se multiplican y Sonia empezó a estrechar vínculos con la compra de un par de CDs suyos, Faith y Listen without prejudice, mientras sus ganas de asistir empezaron a aumentar inversamente proporcional a las posibilidades de ir. Cuando esa ilusión por el concierto, tan especial por ser la primera vez que toca en España desde hace quince años y desconocer cuando repetirá, fue en crescendo, el impedimento mayor era el desorbitado importe de las entradas en caso de encontrarlas; bueno, con un pequeño esfuerzo económico se podía arreglar.
Una vez decididos, nos encontramos que en todos los sitios posibles que pudieran venderlas estaban agotadas. A la desesperada y rebuscando en Internet nos llevamos una sorpresa cuando en una agencia de viajes, muchoviajes.com, aún les quedaban unas cuantas; con cierto temor (la compra se hacía por Internet) compramos unas entradas que había que canjear en taquilla el mismo día del concierto. Esto último no nos hacía mucha gracia, ¿os imagináis que llegamos allí el martes y por algún problema no podemos entrar? Los miedos desaparecieron cuando, aún no sabemos a ciencia cierta por qué, nos llamaron porque quedamos en recogerlas en la agencia..., pues vale. Eso hicimos y al concierto fuimos.
Pese haber mucha gente y rozar el lleno, algunos huecos podían verse; también era cierto que los propietarios de los asientos vacíos pudieron haber cambiado la comodidad de una butaca por el bailoteo en pista, todo es posible. A eso de las diez menos cuarto, seis técnicos nos ofrecieron su particular espectáculo subiendo por las finas escalas hasta varios cañones de luz colocados en lo alto del pedazo escenario; algo digno de ver.
Prácticamente tres horas de espera nos precedieron al inicio del concierto (llegamos sobre las siete y media a las colas), que con un retraso de más de un cuarto de hora, el mismo que en Barcelona, empezó cerca de las diez y veinte.
De forma espectacular, oyéndole cantar pero sin llegar a verlo, todo el mundo le buscó en cualquier punto del escenario, entre los músicos, entre la gente del coro…, al poco apareció por el centro de la pantalla gigante central y así empezó el show. No es que pueda hablar mucho de sus canciones, las más modernas, salvo honrosas excepciones, me son prácticamente desconocidas, pero parecía que a mi alrededor todos se las sabían, y cantaban y bailaban como frenéticos; algo difícil de creer, si no se ve, por el poco espacio que había.
Cantó algunas de su época de Wham!, I’m your man durante el concierto y tanto Careless whisper como Freedom en los bises. Por su repertorio pasaron éxitos conocidos como Faith, Father figure, Praying for time, Too funky (aquella en cuyo video sale brevemente Rosi de Palma), Star people y como no podía ser de otra forma Outside, la polémica canción con la que respondió a la opinión pública general tras ser detenido por practicar sexo con otro hombre en unos lavabos públicos. Pero uno de los momentos álgidos del concierto fue cuando en medio de Shoot de dog, la canción con la que quiso condenar la guerra de Irak parodiando animadamente en su video a ciertos presidentes y primeros ministros, se desplegó un gigantesco hinchable de Bush con una jarra de cerveza en la mano, se le acercó a su bragueta y abriéndola de un solo movimiento se desplegó otro hinchable, esta vez de un perro con la bandera británica al lomo, que con un rítmico movimiento de cola le hacía un trabajito oral al americano… ¡Cojonudo!
Aunque el concierto fue la releche, con un sonido estupendo y una puesta en escena bastante impresionante, se puede decir que no es lo mismo durar que alargar, y el del martes casi se alargó a las tres horas; eso sí, si descontamos el atraso en el inicio y el tiempo de la pausa que se hizo, de música nos quedó poco más de dos horas.
Por mi parte me hinché a hacer fotos e incluso grabé algunos minutos con la propia cámara; todo por conseguir un recuerdo gráfico del concierto, pues posiblemente el otro recuerdo no desaparezca nunca. A la salida, y haciendo gala de nuestra vena consumista, un álbum de fotos conmemorativo de su veinticinco aniversario se vino a casa con nosotros; aunque está en inglés, creo que a Sonia le interesan más las imágenes que lo que en él pone. Al final llegamos sobre la una y media, Sonia se lo había pasado en grande y eso era lo que importaba. Tras una duchita por su parte (yo bailé bien poco esta vez, pero ella no paró) y un trozo de pan con nocilla por la mía, la cama nos arropó a ambos a las dos y cuarto de la madrugada… A las cuatro y media aún me acordaba, mientras veía pasar rápidamente los minutos en el reloj despertador, del Red Bull que me había tomado cuando nos dirigíamos al concierto.
Ahora sólo queda darse unas vueltecitas por la Fnac y hacernos con la discografía completa (poco a poco, eso sí) de este cantante que tanto ha fascinado a Sonia, y puede que así, en el próximo concierto que dé en Madrid, yo cante y baile más sus canciones y me dedique menos a intentar inmortalizarlo con la cámara; demasiado lejos para sacarle bien, relativamente cerca para verle bien…
Pondremos faith en ello.

lunes, septiembre 25, 2006

Orfideón en la ¿Tierra Media?

Por si alguien no lo sabe, hay un proyecto que pretende convertir la sierra norte de Madrid en una especie de Tierra Media, ¿no lo sabíais? Pues ha aparecido en diferentes medios de información y todo. Lo más curioso de todo es que en el afán de conseguir dicho objetivo, asociaciones y supongo que los distintos municipios, están intentando hacerse con los decorados originales que se utilizaron en el rodaje de El Señor de los Anillos. Hombre, me cuesta creer que al final los traigan y sepan ubicarlos en el lugar apropiado, seguro que los de Hollywood ya tienen pensado planes más rentables que cederlos, aunque nos resulte por una pasta, a unos pobres españolitos cuyas pretensiones exceden muy posiblemente sus posibilidades. Pues bien, como no podía ser de otra forma y aprovechando los festejos medievales de una localidad de dicha sierra, Buitrago de Lozoya, han intentado dedicarlos por completo a este clásico de la literatura fantástica épica.
Bailes hobbit, duros torneos entre los Caballeros de Gondor, hermosos recitales de música élfica, un emocionante duelo entre Gandalf y Saruman, el rubio elfo Legolas con su arco, el duro montaraz Aragorn, el recio cabezotas Gimli, la bella Eowyn… y como no, el dual y carismático Gollum; verdaderos atractivos que invitaban a todo aficionado a esta obra, o en su defecto a la trilogía llevada a la gran pantalla por Peter Jackson, a darse una vueltecita por las medievales calles de esta localidad.
Pero en todo este tipo de fiestas algo impepinable y que no puede faltar es ese mercadillo donde se suelen estar las cosas que no se encuentran en los comercios de tu barrio; comida totalmente artesanal (o así te lo venden, que esa es otra), donde se encuentran la deliciosa bollería, los dulces, las empanadas de todo tipo, el chocolate caliente en barra, y muchos productos de matanza, todos ellos dejando un olor embriagador al que difícilmente uno puede resistirse. También encuentras panoplias con armamento y accesorios de la época, tales como espadas, dagas, hachas, escudos, yelmos, cotas de malla, etc. Puedes disfrutar de la compañía y de los productos de herreros, panaderos, artesanos del cristal, del metal, del cuero, de la madera y del barro. En fin, una gran oportunidad para echar un vistazo y ceder a la tentación ante algún que otro capricho.
Con todos estos alicientes estaba claro que una vueltecita por Buitrago no había quien nos la quitase.
El día elegido fue el sábado, y aunque en principio pensábamos salir de casa relativamente temprano, el hecho de trasnochar tras ir a un concierto el día anterior hizo que al final saliéramos bastante tarde de casa (para qué poner el despertador); consecuencia de este retraso fue que nos perdimos todos los espectáculos matutinos, incluido el duelo entre los dos magos, una de las cosas que más llamaba mi atención.
Cuando pusimos nuestros pies en el recinto amurallado que albergaba el mercado ya era la hora de la comida, así que lo mejor era buscar una caseta en la que saciar nuestro apetito; unas porciones de empanada (bacalao y pollo con champiñones) y una deliciosa porción de bizcocho de chocolate con cobertura de chocolate blanco se encargaron de la tarea.
En mal momento nos encontrábamos, algunos puestos estaban cerrados (también tienen derecho a papeo los pobrecillos) y el resto de actividades y espectáculos se encontraban en el kit-kat del almuerzo…, rondaban las tres y hasta las cinco y media no había nada interesante ¿Qué hacer entonces? Como teníamos previsto, si el tiempo y la ambientación lo permitían, llegó la hora de ese cambio de personalidad, de entrar de lleno en el mundo fantástico épico medieval y darle concepto físico a Orfideón. ¿Y quién es ese señor, aparte de quien firma las respuestas a los comentarios de este blog? Simplemente un avatar, una extensión mía que existe exclusivamente para guiar una web aún no creada, y cuya ambientación parte de una época fantástica donde cierto grupo de pseudo magos alquimistas nigromantes encuentran la forma de…
Bueno, me disculparéis si no cuento más, pues eso pertenece a un momento futuro y no pienso destripar algo que aún no está creado. Simplemente debéis saber que Orfideón pertenece a esa oscura y fantástica (en ambos sentidos) etapa de la civilización que fue el Medioevo, y por lo tanto no podía rechazar la invitación que le hacían los muros de Buitrago.
Bien, decir que este personaje fue todo un éxito sería echarme unas flores tremendamente exageradas, y ese no es mi papel. Pero sí es cierto que mucha gente pidió hacerse fotos con Orfideón (a veces incluso esperaban a que acabasen unos para hacérsela ellos, no llegando a dar ni un par de pasos). También hay que decir que este hombre se convirtió en la pesadilla de los niños, pues pocos eran los que no se amedrentaban ante su presencia, y eso que hasta le dejó que le tocaran las barbas, la cara y las manos para que viesen “que no mordía”. El juego de llaves antiguas y oxidadas colgado a la cintura era un buen complemento, pero enseguida me di cuenta de la necesidad de un báculo, y puede que de algún otro ingenio, pues el pobre Orfideón se encontró algo desangelado en su actuación mientras las cámaras inmortalizaban el recuerdo.
Tras dos horas de vueltas por el mercado, oír algo de música ¿élfica? Y ver a un pobre oso pardo intentando hacer bailar un hula-hop, pedir aplausos y hacer sendos cortes de manga al respetable, llegó la hora de hacer desaparecer a Orfideón; eso sí, el traje seguiría puesto pues era importante ambientar.
Ciertamente no fue tanta la gente que vimos disfrazada, y salvo algún que otro pendón (seguro que habría de todas las clases, pero me refiero a esos de tela que se cuelgan de los muros) de ambiente andaba un poco escaso.
A las cinco, mientras Orfideón daba paso a un Rafa acorde con la fiesta, las primeras gotas empezaron a caer; cuando nos dirigíamos al coche, los puestos protegían sus mercancías como podían, la gente se refugiaba bajo el primer saliente que encontraba, y lo que había empezado siendo un calabobos se convirtió de repente en una lluvia de muy señor mío.
Quizá sólo fueron reminiscencias veraniegas en forma de chaparrón, puede que después siguiese la fiesta como si nada, quizá tuvimos la mala suerte de estar allí las tres horas y media que prácticamente no hubo nada, por eso de El Señor de los Anillos no es que disfrutáramos precisamente mucho, quizá si nos hubiéramos quedado más tiempo…
El caso es que nos volvimos con el chaparrón, algo cansados de dar tumbos por un escaso mercado medieval donde se echaron de menos algunos puestos típicos (no pude disfrutar de las barritas de chocolate caliente), y donde pudimos combatir nuestras tentaciones consumistas y dejar en los puestecillos alguna de esas cosas inútiles que nos hubiera encantado llevarnos; eso si, mi ego y yo nos trajimos un relativo éxito llamado Orfideón, eso, y un buen puñado de fotos.
De todas maneras no a todo el mundo le seduce, por lo visto, el proyecto de la Pequeña Tierra Media. Vimos pegatinas en que defendían el Buitrago medieval por tradición, negando la Tierra Media. También vimos camisetas, “Si Tolkien levantase la cabeza”… Eso lo dice todo. He encontrado un comentario de un aficionado que explica las expectativas que tenía y lo que allí halló… Puede que el año que viene disfrutemos de la comunidad del anillo con más paciencia y podamos deleitarnos con los espectáculos dados por los Aragorns, los Gandalfs y los Frodos, pero hasta entonces nos iremos concentrando en el personaje de Orfideón y disfrutaremos con lo que tenga que ofrecernos, que será mucho y bueno… O eso espero.

viernes, septiembre 15, 2006

La odisea del Nautilitus (II)

¿Comenté algo sobre un amanecer soleado? ¡Menuda fantasía! La humedad reinante se había apoderado de todo, incluidas las piezas de cartón que ahora parecían de tela dada su escasa consistencia. A duras penas, trabajando a tope, conseguimos que la mitad trasera del Nautilitus quedase fijada; algo engañoso pues carecía de la firmeza original y jamás soportaría el peso de “El Vinagreta”.Los cuatro montando el Nautilitus a toda prisa La parte delantera se había echado a perder totalmente y tuve que ceder a la idea de colocar el pulpo en la parte delantera, entre ambos tripulantes, y sacar lo que se pudiese de la barcaza; fuera lo que fuese debería de salir llegados ya a este punto.
Cansados, somnolientos, estresados y doloridos (más de un moratón nos hemos llevado), llegamos a la hora de la botadura; las otras barcazas ya estaban saliendo y por lo tanto no podíamos esperar más, había que echarla al agua en ese instante o no habría quien nos ayudara a hacerlo. Gracias a los brazos de los demás “piratas” nuestra nave tocó por primera vez el agua del Tajo, flotando perfectamente y llenándonos a más de uno de orgullo y satisfacción; no en vano ahí estaba el sacrificado resultado de tanto esfuerzo e ilusiones.
A nuestro alrededor ya se agrupaban los amigos que vinieron a compartir la experiencia con nosotros, y más relajados llegó el momento del strip tease público…, que queréis que os diga, en las orillas de los ríos no suelen haber vestuarios, así que hubo que cambiarse allí mismo, escuchando el avance de los números de embarcaciones que iban saliendo y que se acercaba velozmente al nuestro ¡Qué estrés!
Pero hasta aquí llegó la experiencia amarga, por así llamarlo, de este descenso. En ese momento nos alcanzó el relax, surgieron las sonrisas, la tensión aflojó y los buenos ánimos afloraron olvidándonos ya de lo que habíamos pasado, olvidado ya que sólo llevábamos medio Nautilitus, que el trabajo de muchísimas horas de sueño se encontraba ya en el contenedor de basura. Ahora tocaba disfrutar de aquella experiencia, de regalarle a los amigos allí reunidos nuestras caras de satisfacción, de darles al público allí presente ese espectáculo que habían ido a presenciar, de disfrutar cada instante del descenso como si todo hubiese salido a la perfección.. ¿Qué encanto tiene el descenso para aquellos que deciden ir a verlo? Muy sencillo, se trata de una fiesta, un maravilloso espectáculo multicolor y poli temático, donde no sólo se pueden asombrar con los motivos decorativos que los participantes aplican a sus barcas, si no que además pueden llegar a interactuar en la medida de sus posibilidades con ellos… ¡Tíranos caramelos! ¡Dame otro para la niñaaaa! ¡Aquíííí, aquíííí…! Plas, plas, plis, plas… (aplausos), estas eran las expresiones que más escuchábamos. Esto viene porque cada cual provoca esa unión especial con el público a su manera; dando caramelos, tirando regalitos, poniendo música, echando agua, etc. Nosotros, además de intentar desbordar simpatía, optamos por algunos regalitos sonoros (silbatos con forma de balón, pequeñas carracas de colores, y ranas metálicas abonadas al clik-clak), por unos globos amarillos con cara de Smile, por pequeños y simpáticos alienígenas paracaidistas, y como colofón no podía faltar las latas abre fácil de pulpo (a la gallega, a la marinera o en aceite), con platos y servilletas verde Nautilitus y palillos envueltos para que todo fuese mucho más higiénico… Un detalle lo del pulpo que gustó a la concurrencia afortunada que lo cató.
Los gritos de nuestros amigos fueron fieles compañeros durante todo el descenso, las cámaras de fotos no cesaron de ser disparadas y la de video prácticamente no paró de grabar en ningún momento. También hubo sus momentos anecdóticos, como no, empezando por cuando casi me bautizo yo a la vez que nuestra barca si no me llegan a agarrar, o el momento en que encallamos con unas raíces y tardamos unos minutitos en poder continuar, cuando dimos pulpo a los jueces (que no, que no fue peloteo…, bueno, puede que un poco sí) o cuando uno de los pequeños alienígenas impactó en la cámara de un fotógrafo y éste nos miró con cierta recriminación… En fin, un descenso tranquilo y agradable donde cabría destacar la entrega y los aplausos que el público nos brindó a los que allí participábamos.
Tras arribar al embarcadero algo inesperado nos cogió por sorpresa, un periodista y un cámara de Telemadrid nos abordó como un verdadero pirata y nos acribilló a preguntas (no debimos estar muy finos porque no nos sacaron, al menos en lo que pude ver por la tarde). A las preguntas le siguieron las fotos que los amiguetes y público en general se hicieron junto al “Vinagreta”, posiblemente lo más llamativo del Nautilitus.
La fiesta fue llegando a su fin, sólo quedaba la entrega de premios y la paella multitudinaria de la que buena cuenta daríamos más tarde. Dicen que no hay quinto malo, y el nuestro nos supo a gloria. Pese al estado de algunas barcazas, los jueces valoraron el trabajo de lo que debería haber sido y no de lo que en realidad se llegó a ver; barcazas con coches deformados por la lluvia, estructuras reblandecidas que dotaban de poca seguridad al conjunto y que llevó a más de uno al agua, barcazas que se perdieron totalmente por la tormenta y que al menos recibieron su premio de consolación, complementos eliminados de la puesta en escena porque la lluvia y el viento los arrebató y quien sabe a dónde se los llevó… Todo lo que normalmente desluciría el descenso se topó con la comprensión del público, de los jueces y de los propios participantes y no pudo evitar que se desarrollase como si hasta el más ínfimo de los detalles hubiese sido pulido.
Buen rollito y mucha diversión, ese era el objetivo de aquellos que con su esfuerzo, imaginación y trabajo, duro trabajo, participaron en este descenso marcado por el desastre del día anterior; no dudéis que se consiguió con creces.
Desde aquí me gustaría agradecer en general a todos los que me han ayudado y han hecho posible esta maravillosa experiencia. Más cercanamente, mucho es lo que le debo a mi compañera, sufridora y seguidora hasta la muerte en estos líos en los que me meto… Gracias Sonia por estar ahí. También a aquellos amigos que se han involucrado más directamente aunque alguno no pudiese asistir, Alfonso, Jose y Mª José. A mi hermana y a Javi, que vivieron con preocupación el estrés de los últimos minutos antes de la salida. A aquellos amiguetes que queriendo ir no pudieron, y a los que cambiaron el descanso dominical por unas risas con nosotros, Rosa, Roberto, Javi, Pily b y Adolfo, a éste último también por sacarle el rendimiento olvidado a esa antigualla que es ya mi cámara de fotos totalmente manual y analógica. A todos los que desde la organización y la participación se ofrecieron y me ayudaron aunque fuese a las tres de la madrugada, a la Asociación Piratas del Tajo y especialmente a Juan Luís, Antonio, Jose Luís, Juan Carlos y Sergio, por su aceptación y preocupación para con el Nautilitus… Creo que no se me escapa nadie, pero si es así perdonadme, aún padezco el atocinamiento mental de los días previos al descenso.
Bueno, como dije al principio todo tiene un fin, y para descanso vuestro éste es el de este post. Ahora toca pensar en futuros proyectos, puede que alguno tire para adelante y acabe siendo una realidad. Quienes me conocen saben que son muchos los campos en los que siembro, y puede que el próximo no tenga que ver nada con desmontar media casa, algo que Sonia agradecería eternamente, o puede que sea mucho peor que eso y acabemos viviendo en casa de unos amigos… Vale, vale, me he pasado un poco, pero de todo el baturrillo mental que es lo que tengo en la cabeza, algo que me atrae es la bajada de trastos locos (a la que ya he sido invitado informalmente) que se celebra en Mayo, también en Aranjuez. Puede que desde el fracaso de Los descarriados de la Bolilla Negrilla hace tres años en la bajada de Red Bull Autos Locos tenga una espinita clavada que me gustaría arrancar, y desde luego ese sería un buen lugar… ¿A que molaría viajar mil años en el futuro y ver la Planet Express de Fry, Leela y Bender bajar a todo trapo por las calles de Aranjuez? Bueno, con Orfideón a la cabeza del proyecto todo puede ser…
Quien sabe, lo mismo hasta se hace realidad y todo.

jueves, septiembre 14, 2006

La odisea del Nautilitus (I)

Pues sí, todo lo que comienza tiene un final, y el de esta aventura, la del Nautilitus, llegó el pasado domingo con la conclusión del 27 Descenso Pirata del Tajo.
Que decir tiene que ha sido una experiencia enormemente gratificante, pero no quiero que esto lleve a una errónea imagen de todo lo que ha sido su proceso y su posterior conclusión, ha sido duro, rozando lo desastroso, y aunque para algunas cosas sea imposible buscar culpables, sin duda el único responsable de como ha salido todo soy yo. Puede que por muchos alocados proyectos en los que me meta nunca aprenda a organizarme, y si es cierto que de que el día anterior lloviese nadie tiene la culpa, que el despiezado Nautilitus yaciese en la anegada orilla del Tajo sólo la tengo yo y mi falta de previsión.
Pero antes de entrar en lo que pasó tanto el día del descenso como en su víspera, creo lógico explicar algo acerca de su construcción y de las condiciones en que se llegó al fin de semana.
Como todos sabéis, bien porque leísteis este blog y alguno de sus post anteriores, o bien porque accedisteis directamente a la página web, en mi afán de saciar esa inquietante necesidad de participar en algo que conlleve directamente al desbarajuste total y absoluto de nuestra casa, encontré la ocasión ideal en el descenso pirata; así lo anuncié y así lo he hecho, aplacando de esta manera tal necesidad. El Nautilitus del capitán Nemo, ese era mi reto, crear una barcaza con una simple plataforma de madera y unos bidones como único sistema de flotación que fuera reconocible como el mítico submarino de 20000 Leguas de Viaje Submarino; a simple vista un desafío no excesivamente complicado pero que pronto empezó a llenarse de dificultades. La primera de ellas surge cuando el salón de casa, temporalmente dispuesto como improvisado astillero, se queda demasiado pequeño para los seis metros de barcaza. A esto le sumamos que su construcción completa debía basarse en el ensamblaje de distintas piezas con el fin de poder sacarlo de casa y facilitar su transporte hasta Aranjuez; solapar herrajes con madera fue todo un rompecabezas al que tuve que enfrentarme con el fin de evitar que ésta no se partiese por la mitad.
Su diseño debía ser lo bastante escueto como para quedar concentrado en tan poco espacio y que además nos cediese el sitio suficiente para poder remar (diseñé un sistema de pedaleo con un timón de dirección, pero me complicaba la construcción y no me dejaba tiempo material, así que cedí a la lógica y opté por los tradicionales remos).
Todo quedó resuelto con un aparente morro incisivo, dos laterales escalonados cuya función, aparte de la decorativa, era la de tapar en la medida de lo posible los bidones; una cresta superior sujetaría los dos ventanales dándole un aspecto bastante impresionante. La parte trasera la compondría unos paneles en decreciente altura para acabar en una aleta. La inexperiencia en estos temas y el visionado de fotos de anteriores participantes me llevó a pensar que posiblemente el agua rebasaría la tabla base, por lo que la solución era evidente, madera en su forma de contrachapado para todas las piezas susceptibles de mojarse. Otra cosa que me preocupó en este punto era la posibilidad de un reblandecimiento de la cola para madera bajo el prolongado efecto del agua, así que la solución fue remachar todas las piezas mediante ángulos de metal o plástico y asegurar de esta forma el aguante.
El resto de la construcción se realizaría en cartón, fácil de conseguir mendigando por locales y comercios, en contenedores de reciclado, o incluso en cubos de basura, como ha sido el caso en alguna ocasión. El cartón conseguido así no cuesta ni un duro, además es fácil y rápido de trabajar, y el resultado suele ser, una vez pintado y eliminada la propaganda de la panadería, del aire acondicionado, o del Decathlon, bastante aparente..
Una vez toda la estructura de columnas y paneles estuvo acabada le llegó el turno a los detalles; una escotilla en forma de puerta cuya manija circular giraba para poder abrirla o cerrarla y así poder acceder al interior del submarino; una convincente escalerilla que teóricamente te llevaba a la parte superior de la nave; unos curiosos ojos de buey para poder mirar a través de ellos como si en un submarino de verdad te encontraras, y unas luces en ambos laterales que si bien no darían luz, si crearían un efecto estético adecuado. Por supuesto no podía faltar el toque llamativo. La fuerte asociación popular Nautilus-Pulpo gigante me llevó a la construcción de “El Vinagreta”, un pulpo que con sus tentáculos abrazaría el fuselaje de nuestro submarino desde su privilegiado asiento de cola… Casi veinte metros de tentáculos, algo realmente llamativo.
Tras una primera quincena de Agosto dedicada a algún que otro viajecito por la geografía española, el día catorce fue cuando se dio el pistoletazo de salida en la construcción de este navío. Puede parecer que veinticinco días dan mucho de sí para estos menesteres, pero lo cierto es que aun dedicándole días enteros (estar de vacaciones es lo que tiene) y acostándome a las cuatro de la mañana como media, llegamos al fin de semana del descenso con más atrasos de los deseados. Gracias a Sonia y a su paciencia, el Vinagreta pudo llegar entero y prácticamente acabado a la cita a la vez que yo iba acabando un par de piezas de cartón y contrachapado que aún faltaban, iba pintando lo que podía y lo que no, que era casi todo, lo dejaba en manos de mi querida sufridora. La noche del viernes al sábado la pasé en vela con el fin de acabar y rematar todo lo posible. Cuando a la mañana siguiente llegó la furgoneta para transportarla al río todo estaba casi preparado, y el desmonte de la plataforma fue lo que más nos retrasó; una pieza lateral de contrachapado era lo único que nos faltaba, algo que en un par de horas como mucho quedaría resuelto una vez el Nautilitus estuviese montado por la tarde.
Pese a no ser muy grande la furgoneta, al final conseguimos meter en ella todas las piezas, no sin algún forzamiento y doblez que tendría fácil arreglo una vez montado todo el conjunto en el río. Cuando llegamos, a eso de las cuatro y media, el Tajo nos esperaba con el resto de embarcaciones ya en su lecho; sólo la nuestra, y “El iglú de Magoo” que llegaría por la noche, faltaban por bautizarse en sus aguas. Debo decir que el recibimiento por los demás participantes fue muy agradable, con nosotros se portaron genial durante todo el proceso y en todo momento me ofrecieron su ayuda, algo que debo agradecer enormemente.
Llegó la hora de descargar, así que entre Sonia, Mª José, Jose y yo desplegamos por la orilla la casi treintena de piezas que conformaban el Nautilitus, y tras eso empezamos el ensamblado de los herrajes y maderas de la base principal…En ese momento empezaron a caer las primeras gotas.
Previsores sí que fuimos y con un plástico de treinta metros cuadrados cubrimos las piezas en espera de que escampase, pero lo que debió ser un pequeño chubasco veraniego se tornó a tormenta tropical en pocos minutos; lluvia torrencial, granizo, viento huracanado… Una rabieta climatológica que duró varias horas y que no dejó de dañar a ninguna de las barcazas que descansaban en el río. Absolutamente todas tuvieron problemas, de hecho muchas eran también de cartón, y todos trabajaron esa noche con menor o mayor dedicación para solucionarlos en la medida de lo posible; la fiesta con que fuimos recibidos se volvió malestar y rabia por el deterioro del trabajo, de meses en algunos casos...

Nuestros problemas no eran muy distintos.
Gracias al plástico algunas piezas pudieron salvarse, sí, pero como lo caído del cielo fue tan intenso no tardó en formarse pequeños riachuelillos que desembocaban en el río… a través de donde teníamos las piezas; absolutamente todas quedaron anegadas y llenas de barro.
En cuanto dejó de llover el tiempo para el descanso había acabado, intentar recuperar todo pieza a pieza y salvar lo máximo posible era el único objetivo; eso, junto a la esperanza de un amanecer soleado que acabase de secar el resto de las piezas era la única solución para que el Nautilitus pudiese navegar al día siguiente. A las cuatro de la mañana, con todas las piezas saneadas ya lo máximo posible y con la plataforma medio montada, el sueño pudo más que el rendimiento y llegó el turno de un reconfortante sueño reparador…
Eso sí, a las siete sonaría de nuevo el reloj pues aún quedaba mucho por hacer.