Pues sí señores, como muchos de vosotros ya sabéis el STS Duque de Alegría acabó siendo una realidad; es cierto que costó, pero al final acabó surcando las aguas del Tajo.
Con ciertas dudas al principio y algunos contratiempos que hicieron temer por su finalización, y tras un maratoniano fin de semana, pudimos participar en el 28º Descenso Pirata del Tajo.
Pero la recta final del proyecto, donde ya era todo o nada, empezó realmente el día veinte de agosto.
Acabábamos de llegar de nuestras vacaciones. Una semana en tierras valencianas nos vino genial para desconectar de todo lo cotidiano, y de paso darle tiempo al dedo para que se recuperase en la medida de lo posible. Con un guante dos tallas mayores y algo de paciencia, esa misma tarde me puse manos a la obra con el cacharro.
Los diez días siguientes pasaron rápidos y el STS avanzó poco; por suerte el dedo ya no parecía ser un impedimento. No había tiempo, las florituras tenían que acabarse e ir a lo práctico, y si no quedaba como quería, pues haberlo empezado antes; con esto podréis imaginaros las pocas horas de sueño en la última semana.
El sábado esperaba la llegada de mis compis de descenso, Jose y Alfonso, a eso de las ocho y media de la mañana, así que ya por cansancio (toda la noche currando en el cacharro), y porque no me regía bien la cabeza, me eché una cabezadita en la propia bodega del STS de seis a siete. Dos viajes y un montaje lento no exento de complicaciones nos llevó hasta el momento en que mi piloto y yo nos quedamos solos para trabajar toda la noche del sábado en el cacharro… Bueno, solos no, ya que en todo momentos nos sentimos arropados por los demás participantes que con sus constantes conversaciones, sus ofrecimientos de ayuda y con el piscolabis nocturno servido a domicilio (hasta comimos tarta ¡Qué rica!), nos hicieron mucho más amena aquella larga noche. Debo reconocer desde aquí la labor de Alfonso que se portó como todo un campeón, noche en vela y rodillo en mano pintó todo lo pintable pese a la luz reinante (había una farola y algunos focos, pero era de noche y donde daba la sombra no se veía na de na).
Por la mañana llegó el resto del equipo, y con ellos, ya por la hora, las prisas por acabarlo. No dio tiempo a hacer el satélite que quería lanzar, pero las alas, de nocturna y casi improvisada construcción, acabaron colocadas y pintadas justo instantes antes de la botadura; el Duque de Alegría estaba acabado, mal, cierto, pero es que los primeros participantes del descenso ya habían empezado a salir. Una vez embutidos en nuestros trajes naranjas plagados de pegatinas que duraron un suspiro, y con la ayuda de todo muchachote fuerte que rondaba la zona, fue llevado en vilo hasta el embarcadero… y fue entonces cuando surgieron las primeras consecuencias de hacerlo todo con prisas; cuando fue botado, la parte central se rompió y toda la bodega se desplomó.
Reconozco que fue una putada, no lo niego, pero si a la Nasa se les “rompen” los de verdad, nosotros no íbamos a ser menos. Además, una vez en el agua lo que hay que hacer es disfrutar del descenso, eso lo tengo más que claro, así que eso fue lo que hicimos. También puedo contaros que la cadena que movía las palas se salía con bastante facilidad, por lo visto como consecuencia de cierta deformación sufrida en el tablón donde se encontraba encajada, así que hubo que hacer uso del sistema secundario de impulsión…, los remos. Para colmo los tres no podíamos ir en la cabina pues se hundía excesivamente el morro, una apuesta fallida que me obligó a hacer equilibrios en medio de la desafortunada bodega durante todo el descenso.
Tuvimos la agradable visita de Germán, el reportero de España Directo, que pese a lo inestable de nuestra embarcación se portó como un jabato.
Algunos regalitos tradicionales (silbatos, alienígenas paracaidistas, ranas, pistolas de agua, etc.) y otros más específicos con la ocasión (transbordadores pequeñitos, pegatinas de la lanzadera) hicieron las delicias de los afortunados que los pillaron.
Un poco de dejarse llevar por la corriente, un mucho de remar (yo no, mis compis), alguna cervecilla fresca… y cuando nos quisimos dar cuenta estábamos en el club de piragüismo, final de nuestro recorrido.
En su momento no me di cuenta, pero una vez visto el vídeo grabado por un dispuesto Javi, reconozco que una de las cosas que más me gustó fue ver a nuestro piloto bajarse del STS e ir directamente a abrazar a su hija ¡Qué tierno! ¡Y qué real! Me recordó a esas tropas o a los propios astronautas que llegan de una misión y lo primero que hacen es abrazar a sus familiares. Mucha bebida (hacía calor), muchas fotos y un decepcionante octavo puesto. Sí, soy humano y esperaba una mejor posición, pero comprendo que una bodega que se te hunde nada más salir resta puntos. Además, no puedo desmerecer a las restantes embarcaciones pues en esta edición han presentado una calidad estupenda. Así que tras la pequeña y momentánea decepción, la satisfacción de un nuevo Descenso cumplido me invadió, pues personalmente busco en los primeros puestos el reconocimiento, la prueba de que el cacharro gusta más que el premio en metálico (aunque éste viene muy bien para cubrir gastos, que ninguno somos millonarios), y en el fondo sé que el STS gustó, hubo gente que me lo dijo, incluso otros creadores de barcazas, y eso es suficiente para mí… Vale, quien no se consuela es porque no quiere.
¿Y ahora qué?
Descanso. Parece exagerado, pero desde que empecé con el Nautilitus el año pasado hasta ahora, entre unas cosas y otras ha sido un año bastante ajetreado, y apetece un poco de relax.
Aun así tengo planes, otros locos proyectos que pugnan en mi cabeza por salir y convertirse en realidades que todos puedan disfrutar, sobre todo uno a muy largo plazo. Pero entre medias debo encontrar un hueco para la 3ª Bajada Trastos Locos de Aranjuez, en la que tras el éxito del
Mazinguito prometí participar.
Como en otras ocasiones me queda agradecer, esto no es gratuito pues la ayuda tanto recibida como ofrecida ha sido mucha.
Ante todo a Sonia, siempre ahí, aguantando más de lo que permite la cordura las locuras de su pareja ¡Ay! Si no fuera por ella…
Al equipo del STS, Jose y Alfonso, por acompañarme en esta nueva aventura; y a sus respectivas mujeres gracias por un fin de semana de entrega.
A aquellos amigos y familiares que con su visita nos apoyaron en esta travesía.
A José Manchado, por las fotos realizadas.
Y como no, a la gente de Aranjuez, buena gente, que cada vez que aparezco por allí me tratan como a uno más de ellos; no voy a decir nombres pues seguro que alguno se me olvidaría, pero gracias a todos por todo, por vuestra ayuda y por vuestros ofrecimientos tanto pasados como futuros.
Sólo me queda remitiros a la página del STS Duque de Alegría pinchando sobre el icono de la derecha; está actualizada y contiene una pequeña sorpresa al final.
De nuevo gracias a todos y que la disfrutéis.
Rafa, Comandante del STS Duque de Alegría
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