George... George... George of the jungle

Sí, como se deduce de este primer párrafo, el pasado martes asistimos al concierto que este cantante británico dio en el Palacio de los Deportes de la Comunidad de Madrid…, por chiripa. El tema fue que cuando anunciaron el concierto y empezaron a venderse las entradas, nuestra relajación ante la posibilidad de asistir era total y absoluta, pues en realidad ni nos planteamos el hecho de ir; algún “¿Te gustaría ir?” o “No estaría mal, ¿verdad?” puede que se nos escapase, pero de planteárnoslo en serio, nada de nada.

El tiempo pasó deprisa, las entradas se iban agotando, los reportajes sobre él se multiplican y Sonia empezó a estrechar vínculos con la compra de un par de CDs suyos, Faith y Listen without prejudice, mientras sus ganas de asistir empezaron a aumentar inversamente proporcional a las posibilidades de ir. Cuando esa ilusión por el concierto, tan especial por ser la primera vez que toca en España desde hace quince años y desconocer cuando repetirá, fue en crescendo, el impedimento mayor era el desorbitado importe de las entradas en caso de encontrarlas; bueno, con un pequeño esfuerzo económico se podía arreglar.
Una vez decididos, nos encontramos que en todos los sitios posibles que pudieran venderlas estaban agotadas. A la desesperada y rebuscando en Internet nos llevamos una sorpresa cuando en una agencia de viajes, muchoviajes.com, aún les quedaban unas cuantas; con cierto temor (la compra se hacía por Internet) compramos unas entradas que había que canjear en taquilla el mismo día del concierto. Esto último no nos hacía mucha gracia, ¿os imagináis que llegamos allí el martes y por algún problema no podemos entrar? Los miedos desaparecieron cuando, aún no sabemos a ciencia cierta por qué, nos llamaron porque quedamos en recogerlas en la agencia..., pues vale. Eso hicimos y al concierto fuimos.

Pese haber mucha gente y rozar el lleno, algunos huecos podían verse; también era cierto que los propietarios de los asientos vacíos pudieron haber cambiado la comodidad de una butaca por el bailoteo en pista, todo es posible. A eso de las diez menos cuarto, seis técnicos nos ofrecieron su particular espectáculo subiendo por las finas escalas hasta varios cañones de luz colocados en lo alto del pedazo escenario; algo digno de ver.
Prácticamente tres horas de espera nos precedieron al inicio del concierto (llegamos sobre las siete y media a las colas), que con un retraso de más de un cuarto de hora, el mismo que en Barcelona, empezó cerca de las diez y veinte.
De forma espectacular, oyéndole cantar pero sin llegar a verlo, todo el mundo le buscó en cualquier punto del escenario, entre los músicos, entre la gente del coro…, al poco apareció por el centro de la pantalla gigante central y así empezó el show. No es que pueda hablar mucho de sus canciones, las más modernas, salvo honrosas excepciones, me son prácticamente desconocidas, pero parecía que a mi alrededor todos se las sabían, y cantaban y bailaban como frenéticos; algo difícil de creer, si no se ve, por el poco espacio que había.

Cantó algunas de su época de Wham!, I’m your man durante el concierto y tanto Careless whisper como Freedom en los bises. Por su repertorio pasaron éxitos conocidos como Faith, Father figure, Praying for time, Too funky (aquella en cuyo video sale brevemente Rosi de Palma), Star people y como no podía ser de otra forma Outside, la polémica canción con la que respondió a la opinión pública general tras ser detenido por practicar sexo con otro hombre en unos lavabos públicos. Pero uno de los momentos álgidos del concierto fue cuando en medio de Shoot de dog, la canción con la que quiso condenar la guerra de Irak parodiando animadamente en su video a ciertos presidentes y primeros ministros, se desplegó un gigantesco hinchable de Bush con una jarra de cerveza en la mano, se le acercó a su bragueta y abriéndola de un solo movimiento se desplegó otro hinchable, esta vez de un perro con la bandera británica al lomo, que con un rítmico movimiento de cola le hacía un trabajito oral al americano… ¡Cojonudo!

Aunque el concierto fue la releche, con un sonido estupendo y una puesta en escena bastante impresionante, se puede decir que no es lo mismo durar que alargar, y el del martes casi se alargó a las tres horas; eso sí, si descontamos el atraso en el inicio y el tiempo de la pausa que se hizo, de música nos quedó poco más de dos horas.
Por mi parte me hinché a hacer fotos e incluso grabé algunos minutos con la propia cámara; todo por conseguir un recuerdo gráfico del concierto, pues posiblemente el otro recuerdo no desaparezca nunca. A la salida, y haciendo gala de nuestra vena consumista, un álbum de fotos conmemorativo de su veinticinco aniversario se vino a casa con nosotros; aunque está en inglés, creo que a Sonia le interesan más las imágenes que lo que en él pone. Al final llegamos sobre la una y media, Sonia se lo había pasado en grande y eso era lo que importaba. Tras una duchita por su parte (yo bailé bien poco esta vez, pero ella no paró) y un trozo de pan con nocilla por la mía, la cama nos arropó a ambos a las dos y cuarto de la madrugada… A las cuatro y media aún me acordaba, mientras veía pasar rápidamente los minutos en el reloj despertador, del Red Bull que me había tomado cuando nos dirigíamos al concierto.
Ahora sólo queda darse unas vueltecitas por la Fnac y hacernos con la discografía completa (poco a poco, eso sí) de este cantante que tanto ha fascinado a Sonia, y puede que así, en el próximo concierto que dé en Madrid, yo cante y baile más sus canciones y me dedique menos a intentar inmortalizarlo con la cámara; demasiado lejos para sacarle bien, relativamente cerca para verle bien…
Pondremos faith en ello.