Me he puesto las botas

O mejor dicho, mi avatar, que ya que tiene personificación pues que sea en condiciones.
Una careta de viejo arrugao, un traje económico encontrado en una tienda de disfraces, un palo pelado, mondado y lijado a modo de bastón o báculo, algunos complementillos ornamentales, y poco más. Pues bien, echaba yo en falta un calzado apropiado, uno que estuviese a la altura de Orfideón y que hasta el viernes no tenía.
La solución llegó de la mano de un adecuado retal de tela (2,20 euritos) y de un cordón de algodón beige (éste no llegó al euro). Busqué unas zapatillas viejas, de esas que ya no usas pero que tampoco tiras por si algún día te da por ponértelas… ¡Pero madre del amor hermoso, cómo te las vas a poner si están rotas! Pues eso, que para pasear por la calle o echar un partidito de algo no valdrán (a lo segundo no valgo ni yo), pero como calzado base para las botas van cojonudas.

Cola de contacto, agujas y un alicates de punta plana para utilizarlas (¿Qué? Las zapatillas suelen ser bastante duras y el alicate facilitó la tarea, y si no me creéis, probad vosotros, ya veréis), hilo marrón, hilo de bramante y la imaginación al poder, que uno de zapatero no tiene mucho, pero lo que es lo otro… Unos cortes por aquí, pegar los trozos por allá, unas puntaditas y listo, unas hermosas y calentitas botas para Orfideón.

Al menos es un calzado más adecuado y duradero (eso espero) que ponerse los calcetines por encima de las zapatillas, como hice la última vez, y como veis bastante económico.