Unas palabras sobre Roswell

En los comentarios de Noche de Reyes, día de abduciones os cuento que efectivamente acababan de empezar a emitir Roswell en la Fox y que, cuando viese algunos episodios, os contaría lo que me fuese pareciendo la serie. Pues bien, ese momento ha llegado, diez episodios tienen la culpa, prácticamente la mitad de la primera temporada, y debo adelantar que estoy enganchado, ¿que raro, verdad?
Pero empecemos por el principio para que esto no resulte muy lioso, y partamos del hecho de que sólo por llevar ese título va de ovnis estrellados y extraños alienígenas de piel gris verdosa, cabezones y grandes ojos negros achinados andando sueltos por ahí. Bueno, algo de verdad se podría deducir de estas palabras, pero el saludable aspecto de los alienígenas difiere bastante, de hecho es el que a más de uno (y de una, que hay para todos) le gustaría tener: jóvenes, guapos, atléticos y de salud inmejorable, tan tímidos como ligones; vamos, unas joyitas.
Ya he dicho que llevo diez episodios, y gracias al maravilloso mundo de Internet sé que me quedan aún cincuenta y uno. Sí, sesenta y un episodios repartidos en tres temporadas. Lástima que como suele ocurrir en estos casos, la falta de rentabilidad para las productoras (supongo que como consecuencia de una pérdida de interés y por lo tanto de audiencia) llevó a la cancelación de la serie en la tercera temporada.
Pero hasta que ese momento llegue en la serie van a pasar muchas cosas (lo malo de Internet es que acabas enterándote de cosas que preferirías no haberte enterado), y como sólo he visto el arranque de la serie, no me saldré de él… Y tranquilos, hasta ahora no es que haya ocurrido mucho que espoilear pues prácticamente desde el principio se saben algunas cosas importantes, así que no os preocupéis de seguir leyendo.
Max Evans (Jason Behr), su hermana gemela Isabel Evans (Katherine Heigl, la buenorra de Anatomía de Grey) y Michael Guerin (Brendan Fehr) son tres jóvenes de instituto en el conocido pueblecito de Roswell; los tres son adoptados, los tres llevan vidas normales, y los tres, aunque nadie lo sabe, ni siquiera sus padres adoptivos, son alienígenas. Lo único que saben es que fueron incubados para después permanecer en unas cápsulas durante treinta años, incluso ellos desconocen bien su origen; uno de los arcos argumentales al menos de esta primera temporada.
Sus apacibles vidas discurren como la de cualquier joven americano, entre el instituto y la cafetería de moda, el Crash Down, y todo sigue así hasta que un disparo en una pelea hiere mortalmente a Liz Parker (Shiri Appleby), una compañera de instituto de Max y camarera en el local. Éste se encuentra cerca, y por primera vez en público (con algo de disimulo) utiliza sus poderes para salvarla (porque claro, no hay alienígena que se precie que no tenga un superpoder, y estos chicos de Roswell no iban a ser menos), poniendo así en peligro el anonimato que hasta ahora les había protegido.
Desde ese instante ocurren dos cosas, a saber:
Max y Liz se enamoran platónicamente en la típica relación imposible… Lo otro es que empieza la caza del alienígena; el FBI por un lado, y un resentido sheriff (William Sadler) por otro, intentarán conseguir pruebas que demuestren el supuesto origen extraterrestre de los chicos.
Por otro lado Liz contará con el apoyo de su mejor amiga, María de Luca (Majandra Delfino) y de Alex (Colin Hank, sí, el hijo de Tom Hank), el típico amigo para todo, frikie y poco ligón, con los que ayudarán a los tres alienígenas a descubrir su pasado.
Hasta aquí la trama generalizada de lo que llevo visto.
Siempre he mantenido que cuando los protagonistas de una película o serie son chavales, raramente no se trata de un producto enfocado al público juvenil; y éste es un caso clarísimo. Tras ver los dos o tres primeros episodios vi un paralelismo casi tremendo con nuestra Buffy en sus primeras temporadas; salvo por los vampiros y los alienígenas, todo es igual, con los mismos jóvenes de instituto, con sus mismos problemas, mismas inquietudes, mismos sueños, etc., llegando a ver cierto paralelismo en la fórmula: Buffy-Liz, como protagonistas absolutas; Willow-María, como paño de lágrimas y mejores amigas de las protas, ayudando en lo posible; Sander-Alex, el amigo poco ligón y fiel de la prota; y como no, Angel-Max, el misterioso bicho raro y amor imposible. Si me apuráis aún tendríamos El Bronze-El Crash Down, lugar de encuentro de la juventud, y a las profesoras Calendar-Podolski, profesoras orientativas que no son lo que parecen. Vamos, que lo único que diferencian ambas series es que en una los personajes salen de debajo de la tierra, mientras que en la otra caen desde encima.
Con todo esto debo de decir que de momento me parece algo flojilla. Pero claro, yo me engancho a casi todo y a estas alturas ya he caído en sus redes. Y es que al igual que la relación entre sus protagonistas te engancha en los primeros episodios de Buffy, aquí, como no podía ser de otro modo, ocurre lo mismo. Y aunque no sea una serie que destaque por sus grandes dosis de acción, y poco haya pasado hasta ahora, seguiré viéndola porque ya le he cogido cariño a los protagonistas y en el fondo soy un sentimental; a parte de un jodío curioso televisivo. Además, sé que la Fox va a echar las dos primeras temporadas seguidas (puede que hasta las tres), y eso son cuarenta y pico episodios, una buena dosis de cifi bastante light para las tardes de un par de meses.
Os dejo con la presentación, tierna donde las haya, como buena muestra de lo que es la serie.