El asedio
Me sorprendo mirando la fría llanura que se extiende ante mí en este anochecer tardío. La Luna aparece en un cielo aún dominado tímidamente por el astro rey, y me estremezco al pensar lo que está apunto de ocurrir. Aquí, en nuestra fortaleza de polímeros carbonados y metal, somos conscientes de lo que se avecina; el peso de nuestro enemigo invisible pugna por doblegar nuestra determinación que se mantiene a duras penas firme, conocedores de que un solo ápice de cesión significaría perderlo todo.
Ella se vuelve, y en su rostro descubro la desconfianza. Le correspondo con una sonrisa alentándola para que de la señal…; duda, pero al final se decide.
A nuestros sentidos nos llegan agudos y diferenciados sonidos que indican que el transmisor principal está intentando enlazar con la Gran Red; e inmediatamente sufrimos el ataque, tan esperado como poco deseado.
Confusas y contradictorias noticias nos llegan del primer frente. Tras vernos obligados a desarticular nuestro sistema cortafuego al incompatibilizarse con la transmisión, nuestra legión antivírica es la encargada de rechazar la primera oleada. Emergentes notificaciones nos advierten de la superioridad invasora; las bajas son importantes y nuestras unidades se ven contagiadas por el virulento enemigo. Sin cortafuego, y con la legión considerablemente mermada, les es fácil crear una aguda incisión en nuestra defensa y llegar hasta la misma entrada principal de nuestra atalaya.
Es el turno de ella.
Las unidades lideradas bajo su mando salvaguardan dicha entrada repeliendo las encarnizadas embestidas de enlaces virtuales que la plaga está generando. Lucha codo con codo junto a sus numerarios, eliminando a velocidad de vértigo las conexiones piratas surgidas de la nada tan solo un segundo antes. Pero aun así todo esfuerzo parece vano, en esta ocasión el enemigo nos desborda y la razón nos inculca la idea de que todo está perdido. Los invisibles garfios emitidos abren distintos caminos al interior de nuestra fortaleza y la guarnición, demasiado veterana y agotada de las continuas luchas desde que se instaló el viejo transmisor principal, sucumbe dolorosamente rápido ante el superior enemigo. Nuestra logística se hace ineficaz y entonces me sorprendo al no extrañarme; sólo era cuestión de tiempo, no hay que buscar culpables.
Ha llegado mi turno. Con el atalaya a punto de sucumbir ante el enemigo sólo puedo hacer uso del cuerpo prohibido. Libero los ad-aware con la orden de acabar con todo bicho viviente…; estoy desesperado y no concibo otra solución. Mis unidades muestran su probada eficacia ante el invasor, son destructivos e inconscientes, y no distinguen entre bandos. Pero los invasores también esconden un as en la manga; un inmenso coloso traspasa los debilitados muros que tantas veces nos han resguardado. Se trata de un Spyware lo peor que nos podía pasar; sólo su aura ralentiza la acción de mis guerreros. Mis desaprensivas tropas se lanzan entonces dominados por el fragor de su propia carnicería, resolutiva ante esta nueva amenaza… Pero el coloso parece disfrutar con esa niñería; nunca antes habían llegado tan cerca del transmisor y se siente optimista ante el desenlace final de esta contienda. Despliega toda su potencia ofensiva en una impresionante demostración de poder, y nuestros ad-aware, nuestra última esperanza, desaparecen bajo el intenso calor de la calcinación… Todo está perdido.
La distingo tras mi derrota y la veo no rendirse ante la evidencia. Me mira con la misma desesperación que siento yo, pero sus ojos, lejos de súplicas, lo que hacen es advertirme. Sé lo que se propone y casi no me da tiempo de ponerme a cubierto. Desde mi efímera protección veo como sus ojos adquieren el intenso fulgor del fuego justo antes de que su poderosa fuerza mística se expanda por toda nuestra fortificación… Lo ha hecho, una vez más lo ha hecho.
Exhausta, extenuada hasta la saciedad, recibe mi aprobación; ha retrocedido el tiempo y hemos regresado al punto donde se inició el combate. Observamos de nuevo la disposición de la legión antivírica, en perfecta formación esperan una vez más el temido ataque, ajenos a lo ocurrido. Los numerarios bajo el mando de ella custodian de nuevo una inviolable entrada principal, dispuestos a dejarse la piel por salvaguardarla en caso de que fuese necesario; si supiesen lo que ya han dado por ella… El cuerpo prohibido aún permanece retenido y nuestra logística ha renacido y prepara con gran avidez las defensas de la atalaya, igual que pasó momentos antes de que ella diese la señal, cuando aún no había ocurrido nada… Pero ambos sabemos que la realidad es otra muy distinta; la pesadilla que más temíamos se ha transformado en cruel realidad.
Como si de troyanos se tratasen, unidades invasoras se han mimetizado entre la guarnición y ahora permanecen aquí, resistiendo de manera incomprensible al trastorno temporal y asentándose, junto a enlazadores banners, en los propios cimientos de nuestra atalaya. Tardamos un poco en comprender lo que le está ocurriendo a nuestra guarnición; el intruso nada ético que es el Spyware también permanece en el interior y la infestación se está extendiendo rápidamente… La transmisión en circunstancias tales se nos hace del todo imposible. Ante esta situación optamos por el aprovechamiento de las pocas posibilidades que nos quedan: ella evitará en la medida de lo posible la toma de la atalaya y del transmisor principal en ella ubicada, aguantando con uñas y dientes hasta que una esperanzadora ayuda llegue. Yo, en cambio, partiré en viaje solitario en busca de la fortificación amiga más cercana, desde donde solicitar los refuerzos necesarios y transmitir los nuevos informes… Me es duro abandonarla, pero es necesario.
Todo forma ya parte del pasado. Ahora me encuentro solo, cansado, sediento y hambriento… a once días del bastión más cercano. En mi mente permanece aún su perturbador recuerdo, sucumbiendo en la defensa del atalaya poco antes de mi partida, luchando hasta el final como si de una nueva Juana de Arco se tratara. Ahora se encuentra fuera de este cruel juego…, una verdadera lástima; la Gran Red la llenaba de energía y le daba vida… Todos la echaremos de menos.
Yo, por el contrario, conseguí torear el asedio gracias a mi dualidad, y por lo tanto la esperanza de que pueda volver a transmitir informes es elevada. Pero eso no ocurrirá hasta que mi viaje encuentre la paz en su final, y como ya he dicho, no creo que esto ocurra antes de once días. Me queda la esperanza de que en mi camino se cruce alguna de nuestras patrullas y me permita realizar mi misión de manera anticipada, pero es simplemente una tortuosa idea que alimenta mi cordura engañosamente.
Me queda un largo viaje por delante, y estoy cansado…
Fin de la Entrada
2 Comentarios:
LA REHOOOOOSTIAAAAAAAAAA!!
Pues fíjate, después de todo y trasnochando un poquito, he conseguido entrar... Tengo los virus que me salen por las orejas. Sonia ya duerme así que confío que más adelante pueda entrar con la misma fortuna.
Veo que te ha gustado, me alegro un puñao, aunque por lo que me han dicho, resulta algo confuso.
Y más si después de todo conseguimos entrar en esta semana.
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